miércoles, 14 de mayo de 2014

NEGRAS Y BLANCAS PIEDRAS


     Si no fuera, por la dificultad de hallar piedras negras en un suelo no propenso a ellas, a veces, Zaide, nos gustaría actuar como determinados pueblos antiguos, que para llevar cuenta minuciosa de cómo le iba la existencia, deparandole disgustos y también gozos, acudían al inventario de las piedras: para un día nefasto, una negra; para otro de cierta fortuna, una blanca. Al cabo de cierto tiempo, ni siquiera era necesario contar unidades de antagónico color para cerciorarse de qué lado se inclinaba la  balanza de la propia suerte, si vencían los días aciagos o sumaban más los de bonanza.
      

                                             Se me ocurre, Zaide, que de seguir la gente, hoy en día,  inventariando su 
hado de similar forma, con el acopio de tales piedras, cada cual podría edificar su vivienda con esos materiales que, construidas, unas veces resultarían de impoluto blanco, las menos; otras, de mezcla, blanquinegras; pero, con certeza, las más, barriadas enteras, ciudades enteras, países enteros, de hondo crespón uniformadas, señalando, muy a las claras, el herido signo de los tiempos.

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