Cuenta, Zaide, con que la humana existencia es singular, pero desde luego no es ese inmaculado prado de mieles y rosas que todos añoramos. Para evitar sonoros desengaños que a insondables despeñaderos del espíritu llevan, sería prudente que en las alforjas de tu alma lugar hubiera para albergar dádivas de la diosa fortuna, con frecuencia tan esquiva, y, no menos, una mínima buhardilla para tus sueños, que es mágica pócima en todas las situaciones y alcanza para aliviar males y sinsabores, aun los más rebeldes. No abuses tampoco de tus sueños, que sea tu último remedio, porque ya bastante tenemos con darle vueltas a lo que es la vida,
ese sueño tan soberbio como incomprensible. Sin prescindir de ellos, ponle límites, tanto a su concurso como a la extensión de ellos, no seas que sólo te dediques a soñar sin detenerte en la realidad de las cosas.
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