De un plumazo ha querido borrar junio tantos desafueros atmosféricos como nos ahogaron las pasadas semanas y meses, para presentársenos hecho un jovial mocetón de despejados cielos, recuperando trinos mañaneros, sembrado de olores y con la prometedora intención de hacernos olvidar cuanto de miserias, penurias y pecunarias escaseces nos está dejando el penoso transcurrir de los recientes acontecimientos.
Tiene junio en el calendario, un sólido papel de mediador, a mitad de camino del año; de incombustible portero de estaciones; de voluntarioso sirviente del tiempo infinito al que, una vez y otra, echa una eficaz mano en la brava tarea de abrir y cancelar estaciones; de repartir adioses a una primavera que se marchita a ojos vista, como sus rosas, y pregonar la bienvenida a un verano que ya hierve en los tejados, ansioso por distribuir sus ardores de siempre.
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