jueves, 6 de junio de 2013

BATALLA SIN ARMAS NI VENCIDOS.




     Después de la incruenta batalla, como deberían ser todas, del pasado fin de semana, aún quedaban restos en forma de banderolas y abigarrados mantones de Manila, colgados de farolas y balcones. Lo cierto es que fue una lucha llena de colorido, librada con inofensivas armas y en la que todos gozaron del entusiasmo del triunfo, sin que hubiera derrotados.
    La definitiva victoria, sin embargo, más que cualquier otra, fue la de contemplar a tantos pueblos juntos como hace tiempo no veíamos por aquí, serranos cien por cien, precedidos por sus autoridades, confirmando por unos días ese rango concedido a nuestra ciudad desde antaño, de  capital de una comarca soberbia que divisiones políticas han pretendido durante los últimos años borrar del mapa natural.
    Que la idea de la Ronda Romántica, colándose en un pasado no tan lejano ni tan malo que no merezca recordarse, son de las que duran,  lo vino a mostrar con notoria solemnidad esa masa de personas que dieron un lucido guiño a otros siglos, con ropas y caracterizaciones que no sólo no desdecían de las actuales, sino que más bien le daban a éstas, en naturalidad y atractivo, sopas con honda, con el feliz añadido, además, de que siempre nos pertenecieron.

   

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