Pocas tierras estuvieron más dejadas de las manos de Dios, dentro de su país, que estas nuestras, hasta el punto de que no pocos gobernantes y en diversas épocas las consideraron sólo útiles como cárcel para un exilio al que condenaban a los que consideraban personas non gratas. Sintomático es, que el ferrocarril de lo poco bueno que nos llegó en los últimos siglos tuviera que gobernarlo y construirlo ingleses, y que su principal valedor fuera, por otra parte, un francés.
Que de aquí salieran políticos, poetas, santos, educadores, sabios, de inmortal fama no fue más que, nos parece, una forma de atraer la atención, aunque no de mucho sirviera, porque el abandono siguió siendo permanente.
Entre estos, más fortuna le cupo a Abbás Ibn Firnás, el llamado sabio de Al-Andalus, que, nacido en Ronda, participó del esplendor del califato de los Omeyas y dio un vuelco con sus estudios e invenciones a más de una ciencia de las numerosas que ocuparon su vida. Un prodigio de saberes, al que hoy, fuera de ello, se celebra por su hecho más visible, más público y osado, como fue lanzarse a volar, con alas de diseño propio desde una torre cordobesa. Que el vuelo no fuera todo lo feliz que él esperaba, no quita el más mínimo valor a una fecha que ha quedado en la historia como la señera en la que un humano realizara un primer intento de vuelo, seiscientos años antes que Leonardo da Vinci.
Presenta mañana la Editorial la Serranía, que no ceja en ser pionera en multitud de cosas en esta nuestra Andalucía, un libro del investigador Antonio R. Acedo del Olmo, sobre la vida, hechos e invenciones del inefable Firnás, tan conocido entre los de sus razas, con monumentos y biografías, por doquier como desconocido en Occidente. Saludemos, por ello, a esta obra que viene a sacar a la luz una figura que nos llega llena de resonancias de otras épocas; pero, sobre todo, que volverá a renacer entre nosotros, como propia, de estas tierras, por mor de una sugestiva obra.
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