Se esfuma agosto que sólo en sus últimas horas se ha dignado dejarnos unas nubes, después de días de interminables cielos limpios, agotadores por su monotonía y por la flama que despedían.
Muy cruel es, que ahora que nos saludan brisas atemperadas, renovadoras, que anuncian jornadas más aquietadas, otro fuego que no es el de los cielos, ponga un velo nebuloso hasta aquí, que andamos algo distantes, no demasiado, de donde las llamas devoran parte del patrimonio de los bosques que cubren la cercana costa. El olor que nos llega ahora mismo, media mañana, a quemado, no deja lugar a dudas de las dimensiones de la catástrofe.
Son demasiados y continuados los fuegos que azotan a todo el país, como para no pensar en manos criminales. Se dice que no son obras de pirómanos, aquejados por una enfermedad que les puede, sino que nacen de la indignación de algunos de los que no tienen trabajo ni posibilidades de conseguirlo,. Una barbarie sin explicación posible, que el que se sienta maltratado lo pague con bosques y frondas, de los que viven gente tan pobre como ellos y que ahora lo serán más. O se endurecen las leyes para estos delitos y se castiga como se debe a los culpables o en unos años no habrá más que páramos en nuestro suelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario