Hay quien cree que nuestras malas acciones se han de purgar, más pronto o más tarde, en esta vida antes que en otra, de la que habría que discutir su existencia. Lo peor sería pagar aquí y allí por nuestros pecados que, al parecer, a todos condena a purificarlos, nos imaginamos que a unos más que a otros.
Un adelanto de ese purgatorio que a algunos nos acomete ya, fue julio, el mes que fenece, con sus recortes, -si es que hubiera algo que cortar donde siempre se cortó-, sus miserias y sus amenazas de un futuro aún más hosco, que no por sus calores, a los que debemos olvidar como molestias pasajeras, cuando existen males a los que no se les ve el fin y que sí que claman al cielo, rogando por una solución que nunca llega.
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