martes, 17 de julio de 2012

LA ESTABILIDAD DEL ESTÍO, MEJOR QUE NO SE QUIEBRE.



    Esa instalada y férrea estabilidad que arrastra consigo las fechas estivales, aunque no es frecuente alguna vez que otra suele romperse. La quiebra ahora ese poniente furioso que, como el levante, en ocasiones, decía Espinel atosiga a nuestra ciudad sin que haya forma humana de pararlos.

    En estos primeros días de julio, hace ahora la friolera de ciento cinco años, Ronda se sobrecogió con  esa otra  avalancha de rocas sin sujeción que provocaron la muerte de más de una docena de personas, entre ellos de ocho niños pertenecientes a una misma familia y la destrucción de tres molinos, propiedad de nombres tan conocidos como Pajares, Sanguinetti o Palop, aunque los que murieron fueron los arrendatarios, que no los dueños.

    Hemos dependido tanto de nuestra Tajo, mucho más en otros tiempos en lo material, ya que de lo espiritual seguimos en gran medida atados a él, que con la catástrofe quedaron sin riego varias huertas de esa parte, y lo que se consideró peor aun, sin harina toda la población, que la aprovisionaba de los molinos para la fabricación del pan.

 Tanto fue así que los panaderos rondeños, por su cuenta, arrendaron para salir del paso molinos en la Estación de Montejaque, en Benaoján, en Arriate y en Alcalá del Valle. Son cosas y tragedias de otros tiempos, pero de las que es posible sacar alguna lección, alguna moraleja, y también que es mejor que, por si acaso, siga julio con su calor y su monotonía, porque peor sería otra cosa.

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