martes, 9 de agosto de 2011

UN SIN FIN DE DESCUBRIMIENTOS.

                                                                          
          Tienen estos meses de estío un elemento desasociativo, de desarraigo temporal de las cosas que habitualmente nos son afines: casa, relaciones, amigos y población en la que que vivimos. Pérdida circunstancial, repetimos, ya que los meses de verano nos dispersan a todos, buscando lugares de esparcimiento que introduzcan un cambio respecto a nuestras obligaciones cotidianas. Si vivimos en la montaña, buscamos el mar; si en la costa, la sierra. Si el dinero nos da para más, casi lo mismo, pero en sitios exóticos, a miles de kilómetros, que hoy no son nada a bordo de un avión.
          Nos tememos, no obstante, que esa recesión  económica, tan enconada y que va a más, que destruye trabajos y atemoriza a los que lo tienen, ha puesto una señal roja en la duración y distancia de nuestras vacaciones, que han menguado como la ropa de mala calidad cuando se moja.
          Para los que no les llegan los fondos, o bien para los amigos de no alejarse nunca demasiado de sus tierras nativas, bueno sería repetir trayectos cercanos y conocidos, de los que elevan el ánimo y con poco esfuerzo dan sosiego al espíritu. Un sin fin de descubrimientos, por ejemplo, vagabundeando por las calles pinas de Ubrique, y sus casas tan andaluzas, tan serranas, en las que muchas guardan un sitio para nuestro pinsapo. O Grazalema, todo armonía y perfección. O El Gastor, a un tiro de piedra, para comprobar nuestras similitudes, que son muchas. O por los pueblos de los castañares, un océano de verdor y vitalidad... empezando por Alpandeire o Atajate. ¡Buen viaje serrano, en fin, si se deciden!

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