Las nubes, a las que ya echábamos de menos, han vuelto en esta mañana insólítamente suave, primaveral, poniendo una nota de blancura y sorpresa, en unos cielos durante semanas fatigados en su inmovilidad y monotonía. A su aparición, punteando las montañas y lecheando retazos de cielos, le acompaña una brisa apacible, que apenas agita la ramas de los árboles, sino es en su copa y frondosos bastiones.
Esta radical mudanza en la atmósfera, que intuíamos buena para el cuerpo, asesta sin embargo latigazos de melancolía al espíritu, que decae y duda y se extravía, no sabemos bien por qué, por terrenos pantanosos: ¿Seremos los amos en un reino de esclavos? ¿O bien mendigos en un reino de potentados? ¿Genios, en un reino de tarados? ¿O los más zafios en un mundo de listos? ¿Santos o villanos? ¿ Reyes o miseria de la creación?
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