Diríamos que entrar en ese mundo de modernidad por el que, desde hace algún tiempo, caminan otras regiones, es para Andalucía una labor que nunca acaba, porque nunca aprendemos por estos pagos.
Vamos hasta Málaga desde Ronda, muy temprano, cuando todavía no han dado señales de vida las primeras luces del amanecer. En tren, unos vagones espléndidos, amplios, con cómodos asientos, todo pulcritud y orden, impensables hace sólo unos años. Paneles electrónicos muestran continuamente el total de la ruta, las estaciones con paradas, la velocidad y otros detalles.
Una melodiosa voz femenina alerta, llenando de eses el compartimento, cuando una parada se acerca. Pasamos la garganta de El Chorro, con sus túneles y paisaje asombroso. De advertirnos, otra vez, la siguiente parada, se encarga la misma voz, una grabación posiblemente. Se trata de Álora. "la bien cercada" de los romances. Pero para la voz directora es "Alóra", con el énfasis en la "o"; y para que no creamos que se debe a un desliz, vuelve a repetir: "Alóra". Si nuestros dirigentes ignoran, a estas alturas, la pronunciación de los nombres de nuestros pueblos más conocidos, estamos buenos y dando un modélico ejemplo a los que habitamos y vivimos por estos lares. Claro que en esos trenes no oiremos decir nunca, Sévilla o Malagá. Y es que siempre ha habido clases.
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