Diversas son las imágenes que el concepto cueva levanta en nuestra mente. Puede que la más repentina la de ser la ancestral vivienda del hombre en la que, hace cientos y cientos de años, buscaba un refugio seguro contra fieras y elementos perturbadores de una atmósfera de más crudeza, sin duda, que ahora. Otra, la del contraste más evidente que cualquier otro, entre luz y tinieblas, entre sombras y claridades que se instalan en el interior e exterior de sus profundidades.
Pocas como la de nuestra Cueva del Gato vienen a sugerir todos estos pensamientos. La boca inmensa de su entrada es tan engañosa de lo que puede hallarse dentro, como soberbia y sugerente, no dando pistas algunas de lo que su laberíntica entraña guarda. No los míticos tesoros y edificios que en un tiempo creyeron nativos y de los que se hicieron eco viajeros de otros países; sí un mundo de rumorosas galerías y simas de colosales honduras y belleza, certtificando que el esplendor no es privativo del mundo exterior, aunque aquí dentro con menos riesgos de destrucción por el hombre.
De todo esto podrían hablarnos con pleno conocimiento del tema, los componentes del grupo espeleológico de Pasos Largos, empeñados en mostrarnos nuestra región, por lo alto y por lo bajo, que acaban de descubrir, como hay que hacer las cosas, recorriéndola en su totalidad, una nueva y tortuosa galería. En nosotros, despierta la hazaña, admiración y algo de envidia, por no poseer las cualidades adecuadas de destreza, ni el valor que se requiere para contemplar tal natural maravilla; y siempre perplejidad y ovaciones.
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