Al igual que luminarias de infinitos brazos y actitudes, prendidas en la faz del suelo, los árboles constituyen uno de los rostros más amables de la naturaleza, además de unos perseverantes compañeros en nuestro peregrinar por el mundo. Parece, no obstante, condenado al olvido ese respeto ancestral que en todo momento tuvieron nuestros antepasados por el árbol, en el que hallaron sombra, fruto y, en el más pragmático de los casos, calor y materia propicia para que, sin daño, con su derribo no se quebrara la cadena de la vida y siguiera transformándose en noble madera.
Todos los días, algún bosque y su antiguedad centenaria es pasto de la destrucción más feroz cuando se tratar de edificar, sea lo que sea, de utilidad o sin ella. También nuestra Serranía, que todavía puede enorgullecerse de preciados bosques de pinsapos, castañares o alcornoques, ha sufrido en sus carnes las talas con sañas, recientes, de encinares o quejigales, en un intento de liberar terrenos, a los que, paradójicamente lo que se hacía era encadenarlos.
El sufrimiento y la agonía de los árboles solitarios, de ramas desnudas, cuarteando el paisaje austero, suplicantes, como extraviados de un añorado redil de formaciones más densas y florecientes, del que alguna vez fueron parte integral, lo viene mostrando con trazos geniales, la pluma, la voz, la paleta y, más que nada, el alma de Paco Marín, el artista arriateño, de ilusionadas y simbólicas alforjas a cuesta, llenas de esperanzas y desazones, como su corazón de viajero, temiendo lo peor de un futuro cada vez más incierto para nuestros valles y campos serranos. Consagrada su vida de profesor, el conocimiento deslumbrante de unas tierras en permanente desamparo, y su sensibilidad de artista a propagar el amor por ellas y a denunciar los abusos y del desprecio constante en que la tienen unos pocos, los más poderosos, los de siempre, su bloc de soberbias estampas, inmortalizando árboles o senderos de luz, como llama a este camino, que debíera ser de redención, resume la entrega y el arte de una persona ejemplar, con la que todos, nos identíficamos un poco, aunque nunca lleguemos a expresarnos, al igual que él, con tan luminosa, plástica y desgarrada protesta.
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