Muere marzo, que, salvo tragedias y matanzas de inconcebible saña ( que ese terrible hecho tema cotidiano es y cada vez más salvaje la escalada), sus estertores algo se dejan hoy sentir, con frecuentes bocanadas de aire helado y un tumulto de nubes virando a negras, que nada bueno auguran para la continuidad de la bonanza atmosférica que veníamos disfrutando. Como la vida misma, las mudanzas en la naturaleza se suceden, que ella va a su ritmo y con sentido y nosotros, por desgracia, lo tenemos bien extraviado por las trampas que nos imponen gobiernos de todo tipo, los de más arriba, y los más cercanos; pero todos con el oculto ánimo de medrar a costa de quien menos debería. Es desde luego, algo que no cambiaron ni revoluciones ni asonadas, porque los triunfadores en dictadores se tornaron; los modernos, si no de nuestra libertad, si de nuestro bienestar. Bueno, para no enfriar más el ambiente de por sí ya glacial, despidamos a marzo, a quien poca culpa cabe de todo lo que criticamos, que él es de los cielos, un mandado más.
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