Es de ver hasta qué nivel de desánimo te ponen el cuerpo estos vientos del norte que soplan hoy y que en sus entrañas transportan toda la mala sangre de todos los de su casta, que zahieren y apuñalan, y por entre gabanes, chaquetones, gorras y sombreros se cuelan para decirnos que una cosa son las prendas de presunto abrigo y otra ellos. Sacan a relucir la mayoría de nuestros malestares, aquellos que sin matarnos ya nunca nos dejan, pero que estas brisas endemoniadas acrecientan hasta el punto de ponernos a pensar si de verdad no serán meros y soportables achaques los que tenemos y sí, en cambio, algo de más gravedad, algo que cuando dejen de soplar esos malditos vientos, todavía estará ahí, para hacernos ya la vida no como antes, llevadera y a ratos amasando ilusiones, sino insoportable.
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