A golpes de contenida respiración, de fugitivas sombras y renacídas luces, anda en estos días el voluble tiempo. Ahogos que fueron de agua y ahora son de ardores. Clementes, pues, ya que a todos complacieron tanto a los que se mueren por oír el tronar de los tambores como los que evitan el torbellino y aperturas de las aglomeraciones. Generosos nos fueron esta vez los cielos, ya que no hay cosa más difícil en este mundo que dar gusto a cada hijo de vecino. Y si, además, de algo de provecho sirve el gesto para aliviar penurias económicas y salvar las vacaciones, mejor que mejor.
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