En cuestión de malestares, que si no los atiendes pueden ya hacerte la existencia imposible o bien quitártela, cuando ya se transformado en enfermedades de importancia, nos es nuestra naturaleza de las que no avisan, más de una vez, incluso, hasta que se cansa. Diferente es que nosotros hagamos caso a sus advertencias o no y de que pongamos orden en nuestro averiado organismo, lo que en raras ocasiones llevamos a cabo, porque por medio anda el prescindir de alimentos que nos apasionan o de acabar con actitudes de sedentario y formas de enfrentarnos diariamente a nuestro modo habitual de vida. De tal forma que lo que hoy solo puede constituir un pequeño sacrificio, transformarse puede, de no atajarse el mal, en un caso perdido. Todo esto suena a monserga, pero es que es a nosotros a quien la naturaleza ha avisado, con varias alteraciones que no revisten demasiada importancia, a decir de los médicos, pero que uno se toma con total seriedad por cuanto acabamos de explicar, y si además a alguien puede servir de lección, pues todos contentos.
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