viernes, 4 de marzo de 2016

EXTRAÑA ESTACIÓN PARA SER INVIERNO.


      A zancadas gigantescas avanza el invierno, por llamar a la estación de alguna forma, ya que lo que se dice de invernal tiene más bien poco; si acaso pequeñas vertiendo menudas gotas de su oculto poder, para que no olvidemos que aunque agazapado y como adormilado este año, aún existe, pues sólo fue eso lo de estos días pasados, un visto y no visto de gélidos soplos que duró lo que un suspiro. Si acaso, en realidad, sirvió para que en nada de tiempo comprobáramos lo que el invierno transporta en sus repletas alforjas, o lo que es  mismo, aunque sabido sea: escarcha, heladas, nieve o vientos que muerden.
       Exhibido fugazmente todo eso, volvemos a sentir y mucho los ardores de un sol que quema y hace buscar la sombra. Lo único que se nos ocurre, a tenor de la atmósfera de un marzo sin nubes en el horizonte, es que menudo infierno nos espera cuando llegue el estío, temible templo del calor.

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