Como cogido en falta, se avino el tiempo hoy a razones, advirtiendo las fechas en las que nos hallábamos, a un quince de enero, en las que, en otros años, reinaba poderoso el invierno con lo más crudo de sus rigores, y rectificando en algo su torcido rumbo hasta los umbrales en donde se generan los penetrantes fríos nos llevó. Y aunque aquí se detuvo indeciso, no queriendo ir más allá, ese intento de regeneración estacional, sí que se adentró en nosotros, restableciendo a la par que un orden natural perdido, algún temblor, algún restregar de manos, alguna búsqueda natural de calor, que era propia de otros eneros y no de este apócrifo, taimado que anda instalado donde no le corresponde. Y no es que, como ahora mismo, no luciera en los campos el candor de alguna silvestre flor, de alguna mimosa en los jardines urbanos, con el permanente bamboleo de su hiriente gualda, mas no con ese fulgor estallante, que ahoga, minimiza, destroza cualquier amago de otro color, que lo frustra y avasalla, dejándolo huérfano de sentido.
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