A los que nos intimidan las masas, no dejaban de darnos un poco de temor, el fin de semana último, todo ese enjambre de ellas y ajetreo por nuestras calles más céntricas de miles de personas comidas por un entusiasmo desbordado, que les impulsaba a recorrerlas en bicicleta o simplemente con ayuda de sus piernas, con una pasión digna del mayor encomio. Y es que el empeño, la aventura, tenía algo de descomunal, de heroica: 101 kilómetros; ese uno, para que quedara bien patente que eran no menos de un centenar los que, sólo en un término de 24 horas,
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