En mucho ha cambiado el mes con el paso de los siglos y de la historia, salvo en lo de cerrar la puerta, antes siempre de par en par, del año, que en eso y en lo de abrir las de la estación invernal, que siempre han estado a su cuido, no ha habido mudanza alguna.
Sí, ahora, en desmentir con su paso, un si es no es apacible, viejos apotegmas y sentencias que han destrozado el vaivén de los tiempos y, también, el de la cambiante por día atmósfera, cuando no el humano ingenio, inventando aparatos de todo signo. Posible es, aunque antes no lo fuera, buscar rosas, y abundantes, en diciembre; o navegar en este mes, surcando sin mucho riesgo los anchos mares; y, desde luego, necio sería ocupar el mes en dormir y echar leña al fuego, como era casi obligado antaño, para mecer tus sueños, que si a eso condenaba su dureza, con creces superado está. Más se le nombra y mima hoy en día, sobre todos por comercios y sentimentales, por sus fiestas y jolgorios, empujado por tradiciones que, hay que decir, a nadie hacen daño y a la economía de muchos aprovecha.
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