Aunque se ha demorado más de lo previsto, ha querido hoy, diciembre, retomar viejos fueros y discursos que un día le fueron propios, como la oscuridad a las sombras, y poner al descubierto cualidades que le dieron nombre desde luengos y remotos años. Por eso, sin meter mucha bulla, sin alharaca ni laboriosas presentaciones, se ha dejado venir la mañana con el gélido saludo de una primera helada, sembrando cristales y al mismo suelo con fornidos brochazos de opaca blancura. Aviso es en la naturaleza de que algo ha cambiado ahí fuera, donde se cuece la consuetudinaria vida de calles y rincones, al aire libre. Recojamos por demás, el silente mensaje de que otra capa más de abrigo nos será necesario para enfrentarnos a los desafíos de un cercano invierno, que, como decimos, no ha hecho más que avisar y diluirse, porque, a poco de amanecer, un sol, todavía con ganas de agradar y calentar, se llevó por delante esas gélidas lagrimas vertidas por la noche; pero no siempre será igual...
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