Esa calle magna de la Serranía que es la afamada de la Bola, pinturera, exótica, universal, luenga como un día de hambre, que juega siempre con el fraude de un nombre que no es el suyo, aunque lo fuera, se ha embadurnado de cuerno de la abundancia, uno más de sus disfraces, y a los avispados que descifraron su mensaje les ha abarrotado los bolsillos de moderno oro. Y como no podía ser menos, para una fortuna que se ha originado al paso, no en establecimientos, como la de tantos caminantes que la recorren, sus dadivosos acólitos dos loteros de Arriate e Igualeja, buena masa de la tierra serrana. Bendiciones para los afortunados, si pobres de necesidad mucho mejor, pero difícil será que puedan estos emplear en algo que no sea comer un dinero que no tienen.
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