Nunca, Zaides, llenes la vista antes que el estómago; no es éste un pozo sin fondo en el que sin dañarlo ni deformarlo todo quepa. No son los alimentos algo de lo que, voluntariamente, se pueda prescindir, ya que son aquéllos el motor que pone movimiento las múltiples funciones del cuerpo. Sin embargo, no los anheles en demasía, por gratos que a tu ansiedad parezcan. En el sabor y la variedad, no en su volumen, reside el secreto del bienestar de tu naturaleza. Sé frugal en su consumo: te sabrán más exquisitos regateándolos, que no cualquier dañino hartazgo. Que no constituya tu aspecto exterior, a los ojos de los demás, el penoso y grasiento escaparate de tus excesos culinarios, ya que eso no sólo atacará a la sobriedad de tu estética, sino que estarás llamando a gritos para que te acechen un ejército de enfermedades y males sin cuento.
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