Estos días en que existe conformidad en la duración de las sombras y sus antagónica claridades, fueron los mismos que hace centenares de años, los antiguos, observando con asombro las mudanzas que se producían por doquier en la naturaleza, y viendo en ello algo prodigioso y la bondad de los dioses para con los humanos, levantaban a estos monumentos y les tributaban homenajes para agradecerles tales presentes, sin los que el devenir de las cosechas y otros benéficos efectos no tendrían lugar.
Solsticios, ordenadas mudanza, impecables rotaciones de planetas, sucesiones sin fin de días y noches, soles y lunas midiendo y alumbrando la duración de cada una de ellos, y otros hechos que se suceden sin pausa en la naturaleza dando fe de la perfección del universo, por repetidos, parecen ya no sorprender a nadie y de sus mayores y continuos milagros nadie echa de ver, a nadie sorprende, inmersa la gente en otras preocupaciones, o tras los pasos de héroes de barro y humo que, más temprano que tarde, ante nuestros ojos se derrumban. Delante de mi ventana no dejan de piar desaforadamente, sin cejar ni agotarse, como si le dieran cuerda, unos pájaros. ¿celebran quizás ellos, sin que lo sepamos, estas mudanzas, este orden que en los cielos tampoco, como su canto ahora, nunca ceja?
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