viernes, 26 de julio de 2013

MUERDE EL ESTÍO




     En estas últimas jornadas se ha hecho sentir el calor. Por suerte, hasta ahora, no con el furor e intensidad de otros años, ya que, aunque fluye a su aire, despiadadamente, en las horas de más luz, un frescor apaciguador es notorio al caer la noche y durante la madrugada. Se diría, sin levantar la voz en exceso, que hemos recuperado la atmósfera de los estíos de antaño, de hace décadas, cuando la ciudad y los pueblos de su entorno, tan montaraces todos, eran asilos para los veraneantes que huían del infierno de sus lugares de origen. 

     También, por otro nefasto motivo, hemos vuelto la mirada al pasado, cuando no había verano que no nos dejara un descarrilamiento de trenes, grande o pequeño. Con todo lo que de despropósito haya podido poner de su parte el hombre, que los modernos adelantos y estudios del trazado no hayan podido evitar el casi centenar de muertos del siniestro de Santiago de Compostela, si que es una pena más dentro de esa enorme tragedia.

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