La lluvia y la noche han llegado a un acuerdo. Se presentía. Era cuestión de tiempo, de voluntad, de olvidar añejas rencillas y de en el envite renunciar ambas a algo. Tantas horas de compartir espacio, insomnes madrugadas e ilimitado lecho sólo podía llevar a esto. A un esperado entente. A una firma de sueño. Se veía venir y bien ha sido que sea así, por las buenas. Se ha comedido la lluvia al fin, retirando sus desbocados vientos, sus rugidos y sus miedos. Ha prestado la noche una pizca de su silencio y de él se ha apoderado la lluvia, mansa ahora, plácida y machacona, abocada a un suspiro negro y lento para instalar su reloj, y su tic tac, toc, tac, poniendo medida a la noche, aprisionando al silencio.
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