Que un notable árbol como el pinsapo, desde remotas eras geológicas, contra vientos y mareas, soportando cataclismos y demás furias desatadas de los cielos, haya logrado mantener su estampa gallarda y primorosa, creciendo como si nada en este apartado rincón meridional del planeta, no sólo es motivo de estudio para científicos, sino asimismo de orgullo para los que, sin más esfuerzo, por compartir suelo, podemos contemplar diariamente a algún ejemplar de su extraña y bella especie.
Resultaba contradictorio, en cambio, que trasplantados a otras zonas de España, se vieran ejemplares junto al Alcázar Segoviano o en la entrada del palacio de la Granja, y que por aquí sólo fuera de su habitat natural en la Sierra de las Nieves o en Grazalema, únicamente aparecieran en jardines particulares y contadas veces en los públicos.
Magnífica, pues, la iniciativa de distribuir por parques y lugares públicos esos 286 ejemplares de pinsapos, gestionados por la concejalía de Medio Ambiente para nuestra ciudad. Son gestos que dicen mucho a favor de quien es el principal responsable de ella, un apasionado de nuestra tierra que no ignora que no hay mejor forma de demostrarle su amor que poniendo en práctica proyectos como el citado. Vaya el reconocimiento para él de quienes llevamos años soñando con que algo así se llevara a cabo alguna vez.
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