viernes, 5 de abril de 2013

LA SOLEDAD DEL PARAGUAS



     Hay un objeto al que esta atmósfera infernal, de agua demoledora, avasalladora, agotadora que colma la paciencia de todo bicho viviente, está poniendo en el lugar que merece, y para el que la cansina lluvia, un hartazgo se mire por donde se mire, le está sabiendo a gloria y a esperada vindicación. Y a fe que es de justicia, porque sigue siendo el más útil de los ingenios,  el que defiende con humildad y gallardía, sin pedir aumentos ni prebendas, nuestra vida al aire libre; en días en los que sin su cobijo, sin el pardo amparo de su hogar ambulante, estaríamos en manos de los elementos desatados, de chaparrones y turbiones, penando empapados en agua la penitencia impuesta por los cielos justicieros.
     Como nos tememos que alguna vez tenderán a  calmarse las encabritadas aguas, los cielos a sonreír, y los paraguas al olvido de su ancestral y hojalatada prisión, a su larga espera de meses,  tengamos para cuando esos luminosas horas lleguen, un cariñoso recuerdo para el tiempo en el que desplegados, orondos, mórbidos, formaron parte integral de nuestras vidas, siendo alero, tejado y techo de nuestra otra desnudez, la más difícil de prever. 
       
   

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