Estos reyes de ayer, de fugitivo y anual paso, tienen pese a su triple concurrencia de añejas coronas, el candor de los mismos niños a los que embauca con la ficticia máscara de su existencia. Eso de conceder todo lo que se les pide, sin pedir ellos nada a cambio, no cabe duda que de no ser milagro, que no lo es, sólo podría tratarse de un cuento para la imaginación infantil siempre abierta y despierta.
Entre vientos huracanados, casi imparables, pugnando por mantenerse en pie, andan otras reales monarquías, entre ellas la nuestra hispana. No son tiempos favorables para nadie; y triste es que a falta de los apuros y males que los demás nos sacuden, se aventuren algunos de sus miembros a creárselos, jugando con una ventaja, indigna a todas luces. Dan un mentís, de esta manera, a los que, como en los cuentos, asocian reyes con bondad y justicia.
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