jueves, 26 de enero de 2012

AGONIZA ENERO

     Con la brevedad de un suspiro, se nos pasó un mes con fama de extremo en todo su transcurrir; y aunque en uno de sus aspectos, el que atañe a la maltrecha economía doméstica, por desgracia, no defraudó a nadie en sus lastimosas previsiones, en el segundo, en el que toca a la meteorología y a sus invernales furores, se nos mostró como un plácido corderillo, incapaz de hacer mal a nadie, esto es, calentando más que ateriendo nuestros cuerpos. Quizás consideraran, esta vez, los dioses que rigen la conducta del tiempo, que bastante castigados andaban aquéllos, por otras causas, para añadir más suplicio al que ya de por sí el adverso curso actual de la vida nos enviaba, día sí y día no.
     Como refrendo incuestionable de la agonía de enero, junto a las chumberas, de hojas como gruesas tortas con espinas, casi se le enredan desafiantes un cúmulo de níveas florecillas; mucho más de admirar, cuanto que para su floración, anuncio de aún más benévolas auras, escogieron con intrépido atrevimiento el filo deslizante de hondos precipicios, seguras de que no van a caer, y si lo hicieran, valdría la pena por lo que contemplan a todas horas.

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