Hemisferio, ecuador, polos, solsticios y equinoccios; es loable, aunque vano, el esfuerzo audaz del hombre intentando poner medidas donde no las hay; ni números para fijar edades a un universo al que es inútil entender en toda su inmensidad y grandeza. Ayer, como desde no se sabe cuándo, nos mostró una más de sus perfecciones y magias: la del equinoccio de esta estación en la que ya estamos, con un rasero tan similar para dividir y equiparar la cantidad de luces y de sombras que nos llegan, que se entiende que nuestros antepasados con sus piedras descomunales y herramientas rudimentarias se dejaran la vida para conmemorar ese momento, ese mágico instante sin fisuras entre la noche y el día.
Uno, tan iluso, se pregunta, si tendremos ocasión, si el tiempo llegara a convertirse en eternidad para nosotros, de ver todo este prodigio desde otro espacio, teniendo cerca a planetas y galaxias.
Uno, tan iluso, se pregunta, si tendremos ocasión, si el tiempo llegara a convertirse en eternidad para nosotros, de ver todo este prodigio desde otro espacio, teniendo cerca a planetas y galaxias.
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