Anda el mundo tan convulsionado por la falta de dineros y por la inmovilidad del mercado, sumido en una apatía que parece no tener fin, que cualquier innovación es permitida si con ella se lleva a buen puerto la premisa esencial de la transacción comercial, que no es otra sino la de vender o comprar, si se quiere.
Afinar el ingenio para no naufragar en aguas del fracaso es algo que hoy no sorprende, porque sobrevivir es lo que importa. No obstante, todavía hay lugar para admirarse de los medios de que se valen algunos para sacar su negocio a flote.
Lo cierto es que nunca antes habíamos visto esta combinación explosiva de venta de bragas y libros unidos. No tan extraña tampoco, creo, si consideramos que la mujer es actualmente mucho mejor lectora y compradora de libros que el hombre. Dado lo cual, menos productivo resultaría con estos presupuestos la venta conjunta de calzoncillos y libros... si es que alguien quiere darle un giro a la oferta.
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