ENERO:
USOS, ABUSOS Y CONMEMORACIONES
Enero, ya se sabe, en sentido
figurado, se constituyó siempre en empinada cuesta, tanto por la posterior
escasez de dinero que, a manos llenas, viviendo como reyes nuestro particular
carpe diem, nos dejamos en esa locura de fiestas a las que da cobijo la
Navidad, como por lo que, por su parte, añade la naturaleza mostrando su más
hosca faz en este mes.
Se diría que nada ha cambiado con
los años, aunque algo creemos que sí, porque el derroche dicho es mayor y, por
el contrario, los aires cortantes, las
escarchas y las nieves van, en decreciente escala, a menor, por mucho que una
imprevista ola, de vez en cuando, tal ahora ocurre, nos traiga a la memoria
insufribles inviernos, los mismos que con tres líneas de su mágica lira nos
supo describir Espinel, desde su tierra, que es la nuestra:
La destemplaza deste invierno frío
y
entre estos riscos el levante y cierzo
encogerán
al más lozano brío.
Y
hablando del nunca bien ponderado genio de Vicente Espinel, al pensamiento nos
viene, que, en este año, se cumplen cuatrocientos de la publicación de una de
las cumbres de la literatura hispana y de la novela picaresca, por llamarla de
algún modo, de Relaciones de la vida del
Escudero Marcos de Obregón, pues, sin desdeñar a ese género, en su
contenido, encontramos mucho más, siendo uno de los atractivos de una obra que
con el paso de los siglos ha ido ganando adeptos y el favor unánime de una
crítica especializada, antes algo reacia, tal vez por desconocimiento, a
admitir todas sus grandes virtudes literarias.
Mirando hacia adentro, Ronda y su
entorno, adquieren en el libro un particular protagonismo, traído a colación
por su autor con cualquier motivo, porque también eso hay que agradecerle a
Espinel, esa presencia no siempre visible en otros ilustres nombres que
nacieron aquí, a los que habría que pedirles que se sintieran orgulloso de su tierra y que,
de un modo otro, su nombre, su historia y sus cosas, la hicieran sonar con
fuerza, en horizontes que no fueran los de nuestros lares.
Más allá de esos actos, que de la
mano maestra, por profesión y sabiduría, de Isidro García Siguenza, con tanto
amor y entrega se prepara, una forma particular de homenajear a nuestro paisano
es dedicar unas horas a la lectura del libro, con la seguridad que no será un
tiempo perdido y que además del disfrute que deparan aventuras, cuentos, y ese
sorprendente viaje de Ronda a Salamanca de un novato estudiante, sin duda
andanzas del propio autor, entraremos en el conocimiento de una época y, sobre
todo, de cómo se desenvolvía en ella nuestra ciudad.
Y para instancias de más altura, no
sería mala idea quitar esa simulación de figura de Espinel, un adefesio nos
parece, de la plaza de Moctezuma, priva de espacio e intimidad a lugar tan
coqueto y habla pestes de cuanto debemos a Espinel y no le damos: lo menos una
escultura digna, que no todo sea folclore.
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