Tarda en acomodarse el otoño a lo que de él se espera, aunque esas arremetidas, con días soleados y temperaturas que no son de la estación, tras una semana con cierta abundancia de chaparrones y cielos pardos, no deben ser más que parte de ese proceso, de esa transformación que, tarde o temprano, habrá de llegar de un, a veces menguado, a veces apresurado, caminar hacia predios invernales. Lo que sí anda ya por estas tierras montaraces es el alborotador de cabezas, Eolo, fiel a una cita a la que nunca renuncia, reconocido compañero de fatigas de la estación; más que eso, aseveraríamos, fiel servidor de sus broncos mandatos, siempre echando una mano en la ardua y pausada tarea, que no es de un día sino de muchos, de desnudar frondas y hojas de desconsolados árboles. Por lo demás, como los extremos se tocan, se diría que es una plácida primavera la que entre manos tenemos, que si no sirviera para otra cosa, también se lo agradeceríamos por lo que a evitar gastos de calefacción, tan desmesurados y de un abuso que no tienen nombre, supone para el pueblo, para los pueblos de esta Andalucía y de esta España tan sufrida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario