Hasta noviembre hemos llegado en el año. Todo un éxito para los más viejos, y un mes que llama a reflexionar a los de menos edad y a detenerse en las cualidades y tradiciones de aquél, entre las más antiguas las del homenaje a los muertos, arteramente en algunos de nosotros porque en vida poco caso les prestamos.
Aunque en su representación, la de noviembre, surja un cuerno de la abundancia, lo cierto es que este no es todavía más que una promesa de frutos y fertilidad futura. En lo que sí abunda el mes con harta prodigalidad y expresiva belleza, es en la explosión unánime de cromáticos esplendores, en un cubrir y tapar apabullante de las impurezas de la tierra, sobre todo las urbanas, con esa sonrosada alfombra del multicolor aparato de hojas desprendidas que fueron y ya no son, que vivieron sus días y ya no lo viven, pero que hasta agonizando nos dejan su particular y romántico adiós.
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