Un noviembre mortecino en cuanto a sus horas de vida, que no en cuanto a energías se refiere, se desmaya esta mañana sobre campos y montañas. El sol que en lo más tórrido del verano casi despelleja, acaricia ahora que ha pasado a mayor gloria el ambiente gélido de estos días. Hay una similitud muy de estimar entre meses y meses de otras estaciones. Diríamos, que este año, lo que noviembre está haciendo es enfundarse el papel que siempre asignamos al loco de febrerillo, porque muy parecidas y extremas son sus mudanzas. Pero por lo demás, algo que no tiene precio sería este sol, todavía de lo poco por lo que no hay que pagar al Estado, que nos calienta cuerpo y alma y calienta el horizonte más despejado y multicolor que nunca con sus glebas rojizas, calentando en sus entrañas el germen de las futuras cosechas, seguras si la bendición del agua de los cielos no se hace de esperar, que no todo ha de ser sol, dios terrenal, desde que el mundo es mundo.
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