Indecisos, perezosos, sedentarios y con escasas ganas de apresurarse y emprender su marcha hacia otros horizontes, ruedan, sin rodar y con poco fuelle, estos días de transición entre estaciones y solsticios, que amagan y no dan nunca; pero sí que influyen estampando su esencia voluble en una atmósfera que es de mudanza y no lo es; que no es veraniega ni es otoñal, evanescente a ratos, y que, como es de rigor, deja su pronta huella en nuestras mentes y cabezas, atolodrándolas, y haciendo un acto heroico todo intento de pensar, de hacer algo de provecho, que, como en otras ocasiones, nos llene de un orgullo muy necio, muy infantil, que a nadie importa sino a nosotros: para qué más en realidad, si así se mueve el mundo y otra cosa es engañarnos.
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