Este frío, jactancioso, bravucón, intimidador, del averno de los suyos procede. Tardó lo que no está escrito en llegar; en teoría ganduleando anduvo, en la práctica solapadamente velando armas, acaparando energías para, ahora, desparramarlas hirientes, sin tino ni importarle a quién fustiga, a quién castiga o a quién contenta, que, como todo en este veleidoso mundo, cuenta con sus hinchas y detractores.
A la larga, prestando oídos sordos a cualquier loa o diatriba, de agudo bisturí ejercerá; que para eso aquí está, cauterizando malestares a fuerza de chillidos o también prolongándolos por no dar con la debida tecla. Casi más sana la reclusión en el hogar, con insustituibles braseros que sin aturdir como hace unas semanas, esparcen candelas de dioses, contemplando pies y piernas a barullo, que por estas jornadas de cierre de año es mayúsculo el atolladero, el no hay entradas, en cada casa de la tierra, la nuestra, que es la vuestra.