Quisiera, Zaide, ser más de lo que soy para, con cierta certeza, servirte de útil ayuda en esa búsqueda agotadora que ahora emprendes, inmerso en un mar de dubitaciones, inquiriendo quién eres, la razón, si la hubiera, de tu presencia en el mundo; si alguien desconocido dirige tus acciones y voliciones; si algo existe; si agotado tu peregrinar por la tierra, podrás, para no acabar en la nada más desesperante, más ingrata, acogerte a cualquier refugio, a cualquier reencarnación, aferrarte a algo que te sustente y te siga insuflando vida.
A mal lugar llamas y te diriges, porque tus dudas son mis dudas, tus temores los míos, tus malhadadas inquietudes y congojas, las que a mí me atormentan nada más ponerme a pensar en ello: me pierdo y soy un náufrago sin rumbo alguno cuando persigo la idea de si es de razón la existencia de un ser todopoderoso, omnisciente, omnipotente, que todo lo puede, que está en todas partes a la vez; que nada ignora, que ha creado cuanto vemos y cuanto no de ese ingente universo de impredecibles galaxias y sistemas de astros y superficies inimaginables que a nuestra mente aturden y obnubilan, dejándola exhausta, un guiñapo; pero, también, tantas crueldades inimaginables con niños y otros seres desvalidos, tantas sangrientas guerras, tanta ignominia y maldad como existe, ¿las podría contemplar sin estremecerse, impávido, tal Dios, tal todopoderoso ser?
No hay comentarios:
Publicar un comentario