Los infinitos e incontables granos de la arena de los océanos o las gotas de agua en días de lluvia, intensa y sin medida, trasladarse puede a la diversidad de la condición de los hombres. A cualquiera de ellas que busques, la hallarás representada en muchos individuos, por muy peregrina que te parezca.
Cual sea tu condición, tu carácter, nadie mejor que tú lo sabrá. Descubrirla y aceptarla será tarea premiosa y comprometida, pero no imposible, y siempre te dará una razón para lo que haces. Te puedo decir, si de algo te sirve, cuando andes tras la tuya, Zaide, que la mía es la de no hacer sombra a nadie; la de no molestar; la de pasar por necio, en ocasiones, simulando, por evitar discusiones, que ignoro las artimañas baratas y aduladoras palabras con que otros timan tu ánimo.
Te prevengo, no obstante, que con tu condición, o la mía, tanto si es la tuya, como si no, son también infinitos los seres que la poseen y que por el ancho mundo pululan. Y si se ha dicho algún apotegma lleno de verdad, es aquel de que condición y figura, buena o detestable, perversa o deliciosa, hasta la sepultura, hasta el fin de nuestros días dura.
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