Un paso atrás y otro al frente suele dar el tiempo en estos días; una incertidumbre que se traduce en mudanzas tan repentinas como desconcertantes. Algo de esto tiene su incidencia en el aspecto de las calles, un poco desoladas y, más que nada, en los que las transitan; en su manera de vestir, de lo más dispar de un momento a otro, sin saber a qué atenerse, ora a las plácidas estancias de un veranillo no dispuesto del todo a marcharse, o ya a las mínimas escaramuzas de un invierno que acecha por las esquinas, presto a iniciar su reinado.
Mientras, por idénticos motivos de desconcierto en lo que ha de venir, se ha producido un espectacular retroceso en el flujo de visitantes, durante todo el año de una fidelidad pírrica y ahora muy lejos de llenar con sus multitudinarias avenidas ningún lugar, ningún espacio monumental, ni menos comercios y restaurantes.
La ciudad, así como sus habitantes, se toman un respiro a tanto barullo precedente, a tanto vocerío a
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