Nace sin aspavientos, sosegada, sin grandes albores, ni fríos, ni astros deslumbrantes, la mañana, ajena a celebraciones, ni amarras a un tiempo que nos las tiene, aunque sumiso las soporte, no abrumándole por demás el atavío con que pretendamos bautizarla. Y no vemos más cumplido homenaje, celebración más fausta que, como cada día, cada amanecer, abrir puertas y ventanas del hogar, brazos sin medida, para darle nuestra alborozada bienvenida, porque la fiesta de la vida, sea cual sea la mañana y el nombre que le demos, sea cual sea al día, sin detenciones, con sus risas y llantos, aún, un año más, un amanecer más, continúa.
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