domingo, 28 de abril de 2013

PANACEAS SIN CADUCIDAD




       En otras calendas más alejadas de hoy, cuando la medicina era de andar por casa y una minucia el conjunto de los medicamentos, los galenos, a los ricos, para males para los que no encontraban remedio, solían recetar, como panacea universal, "campo". Comprar una casa en su rural suelo para pasar temporadas, o alquilar en su defecto algo a la medida de su estatus, porque hasta en la riqueza hay escalones. A los pobres no, claro, estos ya estaban en él,  viviendo de él, roturándolo a golpes de azada y escardillo, mimándolo con su sudor porque era su pan. Y es de pensar, nos lo imaginamos, que no existía la contrapartida para los aldeanos, a los pobres de siempre, prescribirles "ciudad", por motivos obvios y porque las enfermedades inexplicables, atacaban más a los pudientes.
        Ahora que los doctores, sin doctorado, sólo de nombre, no lo recetan, para los que vivimos en ciudades, más grandes o más diminutas, el campo, a mano o no, sigue siendo tan terapéutico como ese remedio de precio exorbitante y de tantas contraindicaciones, -una peligrosa ruleta rusa en realidad- que te venden en las farmacias. Como el remedio, verdaderamente universal, no exige ni de horarios, ni de exactas administraciones como los otros, y es válido, a la par, con idéntica certeza, para cuerpo y alma, y la dosis no está sujeta a horarios, sino al que uno le apetezca, y tanto es buena una hora como diez, un día como tres, hoy una mañana de fresco abril, con cielos casquivanos ocupados con preñadas nubes en desvelar primores primaverales, P. y yo, hemos tomado el camino del campo. Nuestra ciudad es pequeña y el campo casi es un vecino de los de antaño, solícito, desprendido, comprensivo. La ciudad, en cualquier caso, es la ciudad, con sus vehículos, sus preocupaciones, otra cosa, un universo más desencantado, que encantado. 
       Y como almas, no en pena, sino en pleno éxtasis, casi levitando con el gozo, andando unos kilómetros hemos estado, porque no hay palabras para describir cómo unos meses de tozuda lluvia han transformado esta pócima milagrosa al alcance de todos, que es la tierra en su estado primigenio, cuando queda para lo que está mandado, sin otro fin que producir, con esfuerzo o sin él. Había tanta belleza, tantos inventados arcos iris rodeando olivos y almendros, gateando por muros y empalizadas, aupándose para dar los buenos días a montes y veredas, tantas alfombras orientales, que sin pensarlo ninguno de los dos,  sin acordarlo, emprendimos lo que de niños no hicimos: montar un edificio diminuto, nimio, si se quiere, pero esplendoroso de color y brillo, de flores de nombres que apenas conocíamos, de decenas de ellas,  todas y  cada una  vibrantes de tersura, de vida, de insuperable remate, perfección y arte.  

            
           


  

martes, 23 de abril de 2013

DE PAR EN PAR, TE ABRIRÉ MIS PUERTAS.




     Una vez más, amor, como ayer, como siempre, con viento y lluvia, con nubes y sol, con salud o enfermedad, al alba o al atardecer, con risas o lágrimas, con ansia y fuego te esperaré. Te abriré mis puertas de par en par, te daré refugio, hogar y asiento. Tú darás a mi mirada calor, luz a mis ojos, sosiego a mi inquietud, fantasía a mi tedio, y cientos de vidas para ser otro sin serlo, para unas horas soñar. Que te espero, con un temblor de renglones, con una avidez de blancuras y quebrados rumores, que tampoco hoy, como ayer, como siempre, mientras viva,  me dejes, amado libro.  

domingo, 21 de abril de 2013

UN TIEMPO SIN MESURA NI CORDURA






      Pocas discusiones admite  que este año la madre naturaleza perdió la sensatez y mesura que de suyo la caracteriza, ya que, aunque se preveía, tras meses de inacabable y copiosa lluvia la bonanza que ahora nos envuelve, dio en un calor furioso, sin pausa pero con tenacidad, subiéndose a las barbas de una primavera tardía que, además, no es tal; que no lo fue antes, cuando debía,  ni lo es ahora, para remediar el entuerto,  sino precoz y amenazador verano para las fechas.
       Que teníamos perdida la paciencia con tanto desatino del tiempo y que no dejábamos de mirar al cielo oteando resquicios para una apertura en su cerrazón, también es un hecho irrebatible; y, con la misma certeza, que la intransigencia del tiempo en estos últimos meses no ha sido cosa de este apacible y montañoso rincón, sino de todo el país;  con más intensidad aún,  allende hispanas fronteras, porque el diluvio del agua se ha trocado repentinamente en otro de visitantes, tan abundante como hace años no  veíamos. Que disfrutan como locos, ni que decir tiene, con el sol, con el calor, con la pureza del aire y con ese regalo que a cambio de su pertinaz ración de agua nos ha dejado la estación, sea cual fuere: un inmenso jardín de verdor, colores, brillos y flores por doquier, en tejados, aleros, rocas o árboles, nunca tan poblados de hojas que son ascuas, de frondas que son pequeños y deliciosos bosquecillos, tal una novísima creación del mundo, que ésta más tarde o temprano, todos los años llega.    
       

jueves, 18 de abril de 2013

PINSAPOS EN FAMILIA.




     Que un notable árbol como el pinsapo, desde remotas eras geológicas, contra vientos y mareas, soportando cataclismos y demás furias desatadas de los cielos, haya logrado mantener su estampa gallarda y primorosa, creciendo como si nada en este apartado rincón meridional del planeta, no sólo es motivo de estudio para científicos, sino asimismo de orgullo para los que, sin más esfuerzo, por compartir suelo, podemos contemplar diariamente a algún ejemplar de su extraña y bella especie.
     Resultaba contradictorio, en cambio, que trasplantados a otras zonas de España, se vieran ejemplares junto al Alcázar Segoviano o en la entrada del palacio de la Granja, y que por aquí sólo fuera de su habitat natural en la Sierra de las Nieves o en Grazalema, únicamente aparecieran en jardines particulares y contadas veces en los públicos.
     Magnífica, pues, la iniciativa de distribuir por parques y lugares públicos esos 286 ejemplares de pinsapos, gestionados por la concejalía de Medio Ambiente para nuestra ciudad. Son gestos que dicen mucho a favor de quien es el principal responsable de ella, un apasionado de nuestra tierra que no ignora que no hay mejor forma de demostrarle su amor que poniendo en práctica proyectos como el citado. Vaya el reconocimiento para él de quienes llevamos años soñando con que algo así se llevara a cabo alguna vez.
       

martes, 16 de abril de 2013

ESPÍRITUS ERRANTES EN VILLA APOLO




    Parejo con su abandono y larga ruina, a la burguesa mansión de nombre de mitológico dios, no dejan de nacerle leyendas y terrores. Crímenes, raptos, espíritus que de noche vagan a su albedrío de fantasmas no sujetos a leyes divinas ni humanas, iluminando escombros, boquetes,  y salones que son como antesalas de lóbregos avernos, que es lo que puede acontecerle a los que por ignorancia o extremado arrojo se aventuren a acercarse a la denominada Villa Apolo.
    Dentro de ese cúmulo de lúgubres historias que se abaten sobre la mansión, muchas inciden en que no es ni su total abandono, su soledad o su ruina los que, como hierro al imán,  atraen a las almas errantes que penan culpas de su paso por la tierra, y sí la especial situación en que se encuentra, en suelo, por sus restos, como si a galope, desbocados, no hubieran corrido los siglos, más agarenos que cristianos y al borde del precipicio interminable, profundo, todo un símbolo a la vista de lo que puede ser una interminable caída en otros mundos, que a la vuelta de la esquina nos esperan.
     La única historia en realidad que certifican papeles notariales y familiares, es más sencilla y emotiva, una historia de amor: la de un ingeniero, que allá por los primeros años de la posguerra, no escatimó  dineros ni horas, para construir la casa en la que morara en adelante su esposa, Apolonia, a la que trajo de suelo cordobés para que al amparo de plantas olorosas, flores silvestres, torres moras y  brisas saludables de serrano origen, diera un benéfico vuelco a su tisis galopante.
     Consta que murió Apolonia no mucho después de la ocupación de Villa Apolo, sin que de poco o de nada sirvieran tantos desvelos, tanto amor. Tampoco nos extrañaría que fuera su espíritu insatisfecho, el que merodeara por las noches por tan mágico sitio, argumentando que fue muy breve su estancia en vida o tal vez, segura de su valía,  porque quiere meter un poco de miedo en el cuerpo de los que con una futura urbanización quieren destruir cuánto de encanto e historia guarda el lugar. Algo muy complicado de parar, incluso para los espíritus del más allá.
   

jueves, 11 de abril de 2013

TRISTEZA DONDE MÁS HABÍA




     Cuando cede la lluvia y el frío y el sol mínimamente alumbra, la pobretería se echa a la calle. Es la nuestra más larga, más derecha, la que la recoge a esta expatriada, sin patria definida ya, que no teme exhibirse, mostrar su desgracia y pregonarla: la de perdido suelo extranjero.  Parece que estuviera en los portales esperando esa sonrisa indecisa del tiempo para sacar sus bártulos a la calle, que no son más que desaliñada ropa y cartones, grandes y pequeños, no para taparse con ellos, como es posible que hagan con las sombras de la noche, sino parta inscribir en ellos con torcidas letras, con abultadas letras, con torpes letras de aprendices de un idioma que no es el suyo, pero que será el de sus hijos,  la pequeña letanía de sus incontables desgracias: "Tengo hambre". "No tengo trabajo". "Tengo un hijo enfermo". "Mi marido tiene cáncer". "No tengo dónde vivir...". Acuden a la caridad de los nativos, más cercanos a su desgracia, porque algunas son casi las suyas. ¡Malos tiempos son para todo el mundo! ¡Claro, para los de siempre, los de abajo!
     Entre la necesidad y la indigencia se mueven los músicos ambulantes, que se aferran a la caridad de los visitantes, de sus compatriotas, porque también son ellos extranjeros. Pero son jóvenes, y no paran de darle vueltas a ilusiones, firmes todavía, de componer una melodía que le cambie el destino, la de un concierto con multitud de espectadores y ovaciones. Poco cuesta soñar. Sabedores de que la música para que vibre, para que llegue, necesita recogimiento, sacro ambiente, callada belleza,  ponen su pequeño tablado, sus instrumentos, en sitios en los que priva el silencio y algo de eternidad: entre exuberantes pinsapos en el Campillo; en  los muros de las iglesias, con sillares como respaldo; no lejos del Puente, donde los sones de sus trovas, los lamento de su violín, de su guitarra, se mezclan con los del río. ¡Malos tiempos igualmente para ellos! Porque casi nadie los mira, porque la música pone un aire de más tristeza donde ya no poca había.     

martes, 9 de abril de 2013

MUESTRAS QUE AL ALMA LLEGAN.





     Como astros en la noche de los tiempos, hay ancestrales símbolos que orientan o desorientan, según se interprete el estallido de su luz, porque también suelen ser signos de destrucción. Tan pegado al inconsciente popular está el de la cruz, que hasta grabado en nuestras tumbas después de muertos nos acompaña. 
      Cruces y su utilización hubo muchas, pero pocas como la roja, la que cuando tuvo que enfrentarse a  otras,  las que no dejan de asolar al mundo, las de las infames guerras, -una  herida que nunca cicatriza, una puñalada que  no cesa a la razón y al buen juicio que debiera guiar a los que, por el contrario, las provocan-, no dudó ya, que no estaba en su mano detenerlas, enfrentarse a lo más inhumano de ellas: a la soledad de los heridos, a la orfandad de los hambrientos, al horror y a la ceguera de la inacabable destrucción. 
      Esa  abnegada y ejemplar Cruz Roja, ya que de ella hablamos,  que tanto sabe del oprobio de las guerras, nos recuerda ahora en entrañable exhibición en Santo Domingo, una cara inédita de una de nuestras más crueles e infames guerra, la civil. Que una visión de su crueldad, de su soledad, de su tristeza sin fin, nos llegue a través de los dibujo de las víctimas más débiles, más inocentes del conflicto, es algo que aunque pasado llega al alma, porque hay cosas que es difícil olvidar, pero que deberían servir para no olvidar que cualquier camino es bueno si se trata de evitarlas. Nuestra enhorabuena a los que, en la sombra como ahora, laboran para que muestras como la presente, nos hagan pensar.  

domingo, 7 de abril de 2013

TRAS ESE BÍBLICO SUEÑO




    Cuarenta jornadas con sus noches eternas, sin tregua ni restaurador respiro alguno, dicen bíblicos papeles que tuvieron al mundo hecho un guiñapo, sin levantar cabeza, sufriendo el poder de las aguas vengativas y rugientes de los cielos.
     Evaluando que han sido de largo, más  allá de esa sacrosanta cifra, frontera entre lo mucho y el caos, las que ahora, cariacontecidos, temiendo lo peor, otra divina hecatombe, también sin rechistar, hemos contemplado los pasados meses, nos preguntamos si, en rigor, aletargados, alelados por un sueño guisado entre trasgos y brujas del que hoy despertamos, no hemos sino flotado sin desmayo asidos a duras penas a la cubierta y recónditos camarotes de una moderna arca de Noé. No otra cosa pregonan, para los escépticos, esos tejados otrora sumergidos, que en algunos momentos fueron suelo, y ahora floridos jardines.

viernes, 5 de abril de 2013

LA SOLEDAD DEL PARAGUAS



     Hay un objeto al que esta atmósfera infernal, de agua demoledora, avasalladora, agotadora que colma la paciencia de todo bicho viviente, está poniendo en el lugar que merece, y para el que la cansina lluvia, un hartazgo se mire por donde se mire, le está sabiendo a gloria y a esperada vindicación. Y a fe que es de justicia, porque sigue siendo el más útil de los ingenios,  el que defiende con humildad y gallardía, sin pedir aumentos ni prebendas, nuestra vida al aire libre; en días en los que sin su cobijo, sin el pardo amparo de su hogar ambulante, estaríamos en manos de los elementos desatados, de chaparrones y turbiones, penando empapados en agua la penitencia impuesta por los cielos justicieros.
     Como nos tememos que alguna vez tenderán a  calmarse las encabritadas aguas, los cielos a sonreír, y los paraguas al olvido de su ancestral y hojalatada prisión, a su larga espera de meses,  tengamos para cuando esos luminosas horas lleguen, un cariñoso recuerdo para el tiempo en el que desplegados, orondos, mórbidos, formaron parte integral de nuestras vidas, siendo alero, tejado y techo de nuestra otra desnudez, la más difícil de prever. 
       
   

jueves, 4 de abril de 2013

PARCHES QUE NO REMEDIOS.



       Hay calles en esta ciudad que por pequeñas y escuetas que sean bien merecen un respeto, porque a raudales se desangran sin remedio ni explicación. Su mala ventura, o la mala maña, o atenciones de los que en nada de tiempo la pusieron en este estado, bien merece una reprimenda. No hay palabras para pregonar la nefasta praxis de los chapuceros cirujanos que, con tales artes,  fingieron curar sus heridas,  que vuelven a sangrar por cada poro, con sus coágulos al aire, aunque sus buenos dineros costó.
        Alguien engaña, a no dudar: o el doctor que dijo poner remedio, sin ponerlo; o el contratista que usó de infames cataplasmas, que no restañan, o el que medió en llamarlos. En alguna parte debe estar la causa de tan pronto derrame, que fue quien dice ayer cuando la curamos. Un lamento nos sale de dentro, porque de nuestras esquilmadas alforjas, de la de de todos y son tiempos de penuria, saldrán de nuevo los duros para la cura, si es que llega.




                                 

miércoles, 3 de abril de 2013

UNA FUENTE QUE NO MANA




     Sueños tuvo el hombre, pero ninguno tan obsesivo mientras envejecía que el de trocar los achaques de su lastimosa decrepitud por una mágica eternidad en la que no contaran los años ni las miserias que estos arrastran. De la imperecedera lid que, calladamente, todavía sostiene, en una más que vana persecución de la fuente de la milagrosa juventud, una pizca de ese ensueño de inmortalidad toma presunta vida todos los días en las farmacias: santuarios de los mil remedios, hogar de los mil prodigios, pública fuente de la que aún parece manar alguna gota de ese secreto y escurridizo hontanar de las maravillas.
      Y a ellas vamos a toda prisa, a hacernos a codazos un sitio en las farmacias, no vayan a quitarnos nuestra ración de juventud;  a todo correr, sin resuello, antes de que la luz de la edad se apague; a sus redomas incandescentes, a sus polvorientos y orondos frascos, Píldoras que proclaman curar todo y agravan más las dolencias; papelillos de santos polvos, que lo que empolvan son nuestros órganos de química basura. Enorme negocio para los que lo fabrican y comercian con ellos,  llenando todo ese retorcido  vademécum de una interminable relación de engañosos medicamentos curalotodo.
         Al menos, en las antiguas boticas, el boticario tenía figura y ademanes de alquimista; sus botes de colorines alegraban los rústicos estantes y la vista; aparte de que,  con su baby de colegial,  era como si fuera de la familia;  sus remedios y preparados no prometían milagros, (que de éstos hay pocos) sonaban a castellano sus nombres, y su precio era mínimo.

martes, 2 de abril de 2013

ESPERADO ACUERDO




     La lluvia y la noche han llegado a un acuerdo. Se presentía. Era cuestión de tiempo, de voluntad, de olvidar añejas rencillas y de en el envite renunciar ambas a algo. Tantas horas de compartir espacio, insomnes madrugadas  e ilimitado lecho sólo podía llevar a esto. A  un esperado entente. A una firma de sueño. Se veía venir y bien ha sido que sea así, por las buenas. Se ha comedido la lluvia al fin, retirando sus desbocados vientos, sus rugidos y sus miedos. Ha prestado la noche una pizca de su silencio y de él se ha apoderado la lluvia, mansa ahora, plácida y machacona, abocada a un suspiro negro y lento para instalar su reloj, y su tic tac, toc, tac, poniendo medida a la noche, aprisionando al silencio.