Frente a las disposiciones precarias del calendario, el otoño mantiene sus propias leyes, más ortodoxas, más pragmáticas, y que se atienen a otras que le dicta la naturaleza, más autoritaria y fiable en sus dictados que los simples números, que las simples fechas, invenciones humanas al fin y al cabo.
Dentro de esta filosofía, cabe decir que es hoy, y lo será con más consentimiento en las próximas horas, cuando haga su entrada real, práctica, la estación en la que nadie pensaba que estábamos con esas temperaturas disparadas hacia alturas desmesuradas, como si fuera el verano y no el otoño el que nos daba su mano.
Los que hacemos nulo caso de las efemérides pactadas de los almanaques, -que es en cierto modo como querer ponerle cadenas al tiempo y manejarlo a capricho-, nos permitimos de ese modo, a nuestro soberano arbitrio, que no siempre es así, sin molestar a nadie, celebrar de inmediato esa entrada, que no es a destiempo sino a libertad. Con tantas cadenas, también nosotros, que nos maniatan y amordazan, tantos estacazos de los que nos gobiernan, démonos ese pequeño gusto, que no son muchos los que podemos darnos.
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