El llamado caso Acinipo y el levantamiento del secreto judicial a gran parte del extenso sumario, nos ha desvelado, entre muchas controvertidas actuaciones del último ayuntamiento, el interés de otro torero de saltarse las leyes urbanísticas, en forma muy taurina, es decir, a la torera, en connivencia con ese gobierno municipal, para construir en donde estaba prohibido, y donde ahora -debe ser un mal lo más de contagioso-, por aquello de la prohibición, todos están locos por levantar lo que sea, que para flamenco yo.
Acudiendo a épocas algo alejadas, al siglo XIX, cuando los caballos destripados en las corridas eran arrojados al Tajo, y este era como una prolongación de la plaza de toros, yo creo que los "diestros" de aquí y allá han puesto sus ojos en el suelo de nuestro abismo como, si por lo dicho y la infausta relación que un tiempo unió a paraje y coso, algún derecho de pernada les asistiera.
Y si ese intento de edificación ilegal se salvó por los pelos, muchas son las dudas que albergamos sobre la que está en marcha y bien avanzada con el actual ayuntamiento, con pocos auspicios de parar, de manos de otro promotor taurino, en las laderas del Castillo.
Particularmente, nos parece de perlas que a los toreros les apasione Ronda. No son los únicos. Y que ello les mueva el ánimo a gastarse sus dineros, también un detalle, que tendríamos que agradecer. Que lo hagan destrozando para los restos naturaleza, patrimonio, belleza y lo que sea, sólo merece la más enérgica protesta. Como viviendas, casas señoriales existen en venta, a mejor precio que nunca, en nuestra admirable "ciudad". Si de algo de más proyección se trata, solares y terrenos no faltan alejados del Tajo donde saciar el capricho y obtener beneficios. Que no se diga que estamos empeñados en impedir obras que dan trabajo. Sólo de aquellas de las que nos acordaremos toda la vida para llorar si se llevan a cabo: que se llevarán, nos tememos, ya que hay caminos que una vez hollados no suelen fallar.