A veces, manías de la edad o desahogos del espíritu, le da a uno por escribir un libro. Si nos atenemos a la seriedad de un libro, a lo que significa poner en manos de otros la claridad o desarrollo de un tema del que tú pretendes saber un poco más que la mayoría, el escribirlo no deja de ser una temeridad. A uno le gusta partir por ello, no de la suficiencia, sino de la humildad, de sólo aportar unas gotas mínimas de conocimiento al acervo existente, si es que lo consigues, y con la duda siempre rondándole de si, incluso así, estás metiendo la pata rotundamente en lo que con osadía expones a la opinión de otros.
El mundo de los viajes, los de otras épocas sobre todo, sin descartar la nuestra, tal vez, por los que uno ha dejado de hacer, es un tema que le apasiona. Con más adoración todavía los vivieron estas mujeres de tez pálida y pelo rubio; y con una ilusión, un empeño, unas ganas de dejarse la vida en ello, que deslumbra. No me pesó el trabajo y disfruté en el empeño. No sé si un poco, también, los que le dé la curiosidad de leerlo.
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