Si algo tienen estos días mermados en su extensión de últimos de diciembre, es que nos coartan un poco en nuestras actividades y ocios callejeros y en un santiamén, nos recluyen en nuestros hogares, más deseados que nunca. Y no es sólo porque las sombras tempraneras de la noche nos visiten con premura invernal, es también porque para los que huyen del frío, éste acaba, sin ningún tipo de aviso, de hacer su aparición. Ya decíamos que esas temperaturas suaves y ese clima impropio de las fechas no podrían durar mucho. El frío, sin ser de los que llaman la atención, al ser imprevista su llegada nos obliga a tiritar más de lo que se debiera. Tierras heladas, sin embargo, siempre han sido las nuestras en la estación en la que estamos. Como moradores de alturas y de montañas que somos, aunque el planeta se caliente, tendríamos que estar habituados a escarchas y heladas, que siempre algo queda de los azotes de antiguos y legendarios inviernos.
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