Muchas vueltas le he dado a esto de sujetarme a un blog por un período más o menos largo, con ánimo en fin de continuidad. Anda uno tan atado a otras obligaciones del espíritu, que no sé si encontraré un hueco para una nueva actividad que requiera una cierta voluntad, ya que soy partidario de que cuando se empiezan las cosas no dejarlas, salvo que algo de caracter imprevisto te haga desistir. Un diario no sería mala idea, aunque sin la necesidad, pienso, de dejar día a día lo que estos nos ofrezca de interés, pero sí con cierta frecuencia; algo que siempre ha deseado uno redactar, y que por unas cosas y otras nunca que recuerde llevé a efecto.
Como el año está en sus primeros balbuceos, bueno sería recordar qué es lo que nos dejó una huella que durante mucho tiempo estará ahí, a flor de piel. No hay duda en mi caso. Ese arañazo en el alma lo constituyó la muerte de mi hermano. Cuando tantos años se han pasado a su vera, teniéndolo tan cerca, será muy difícil desprenderse de todo lo que me dejó; y me expreso mal, porque precisamente es todo lo contrario lo que pretendo: que esa huella, por muy dolorosa que sea, permanezca ahí. Fue una persona que siempre anduvo tres cuartas, en inteligencia e ingenio, por encima de gran parte de los de su generación. Fue un pilar cultural, cuando poco de esto había en nuestra ciudad. Laboralmente, no le fue bien ni con unos ni con otros; ni con los reconocidos como presuntos benefactores de nuestra ciudad,(Monte de Piedad de Ronda, un mundo de intrigas y una doble moral) ni con los llamados progesistas (Unicaja, sujeta a colocar a sus compromisos políticos); mereció mucho más de lo que se le dio, teniendo en cuenta que puso su salud en lo que hacía. No estoy muy convencido, pero siempre nos queda el deseo de que esa incertidumbre del más allá, sea algo más que un pozo de dudas, y de que por sus difusos horizontes encontremos otro tipo de justicia, de moral, de reconocimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario