lunes, 31 de enero de 2011

MAÑANA FRIA DE ENERO




   La mañana apunta fría. Muy de esperar. Surcamos los últimos días de enero y son apenas las nueve. Ha entrado con desgana el sol en la mañana, muy consciente de su papel invernal. Funde, no obstante, las postrer gotas de rocío, dejando unas huellas húmedas en tejados y vehículos. Quizás por haber nacido en una tierra de montañas y de altura, me gusta el frío. Con él a mi lado, me siento bien, andando y sitiendo sus rigores en el rostro. Purifica, espabila y aviva,como el agua corriente.
   Tiene, por lo demás, el invierno, atractivos de los que carece el estío, tan seco y agobiante. Como hoy, ningún momento en el cielo es igual a otro. Un piélago en el que naos blancas, grises, tornasoladas, de mórbidos mascarones, emprenden fantásticas singladuras. Algo que sin desmerecer podríamos aplicar a las sierras, dando sin parar múltiples tonalidades a sus rocas.
   Con este escenario, un paseo al barrio de San Francisco, es cada vez más, por los achaques y el tráfico, una ilusionante excursión a un lugar lejano. El Barrio, siempre fue Ronda y no lo fue. Allí íbamos con la sensación de ser un poco forasteros, de hallarnos en un pueblo más de los de la Serranía, con su ajetreo rural, sus campesinos y sus casas de labranza. También, con el ánimo de hallar cosas diferentes para enriquecer nuestro paladar: mosto, productos de matanza, pan blanco o tapas caseras.
   Esta sensación de estar en lugar extraño, ha desaparecido hoy por completo. Son muchos los rondeños que, del centro, se han trasladado a vivir a sus calles. Un acierto, porque el tiempo aquí transcurre más aquietado, y la estética aún permanece en sus viviendas.
   Las penurias económicas, que en nigún lado perdonan, han puesto su modesto óbolo para que esta mañana, cambiante y sosegada, mi mujer y yo, como si no hubieran pasado los años,degustemos en la plaza del Barrio, en un puesto ambulante, unos exquisitos tejeringos: bien crujientes, con el aceite justo,dorados y tan abundantes, por un solo euro, que la mitad se han quedado en el papel y después en la papelera.

sábado, 29 de enero de 2011

PARLOTEO DE RELOJES


   A la Plaza de España ya no cabe darle el título de plaza mayor de Ronda, aunque alguna vez con carácter de oficialidad dio cobijo al ayuntamiento. Aun hoy, a poco que se piense, lo es para el núcleo urbano de El Mercadillo. Asimismo, desde luego, para ese millón, creo recordar, de visitantes que cada año recorren la plaza, o lo que nos ha quedado de ella, tras la última remodelación-mutilación.
   A aquélla, de incongruentes y abigarradas tonalidades ahora, un despropósito que ofende a la cercana austeridad de nuestro Puente,todo el mundo parece empeñado en comerle algo, y la moral a todos nosotros,y suplirlo chapuceramente: un bocado voraz se le ha dado, y ya hace tantos meses que ni se recuerda, a un edificio de los antiguos, de los que proporcionaban identidad a la Plaza. Como aquí todo nace y muere en el folclore,con un telón de feria, gigantesco y burdo, con tema de toreros que se descolorean con el tiempo y toma color cuando llega la feria, se tapa el solar que espera eternamente la grúa y la hormigonera, preguntándose entretanto, que para qué derribar si no se va a edificar.
   Otro mordisco le han dado al reloj del Parador (rentable según para qué), al que deben considerar una antigualla los que mandan en él, cuando hace muchos meses que al mutismo de su enfermedad no hay quien ponga remedio.Lo cierto es que, a los rondeños, nos gustaba, al dar la hora, oír los ecos de su aguda voz volcándose sobre la plaza y huyendo por los confines del Tajo. Igualmente, gozar del contraste con el grave sonido de las campanadas del de El Monte, y esa lid que mantenían a ver quién era el más avisado en dar el tiempo, si no lo hacían a la vez. ¡Qué se le va a hacer!

jueves, 27 de enero de 2011

A dos pasos del mar, Ronda.

   El emporio que para el dinero fue Marbella, se ha venido abajo a ojos vista. Aparte del sol andaluz y el clima cálido de su entorno, gran impulsor de su fama, como en toda la costa malagueña, resultó el nivel de vida español, tan por debajo del europeo, en los años sesenta y setenta, como para vivir de su sueldo o pensión, como un sultán, lo que atrajo a los naturales de otros países. Su masiva llegada, proporcionó entonces, dinero y trabajo, un factor positivo, sin duda.
   El descontrolado crecimiento urbanístico de la población, después, sin tasa ni medida, que no respetó leyes, enriqueció a especuladores, fue, por contra, un desastre esperado para la ciudad y el que unido a otras circunstancias económicas actuales, han provocado la huida de muchos residentes y el cambio de opinión de otros posibles.
   Triste es, dentro del decaimiento general, el aspecto que presenta ahora la Marbella comercial, la más exterior, francamente desolador, con escasos viandantes, calles vacías, y estas con filas que parecen no acabar nunca de locales cerrados y carteles que anuncian su alquiler o venta.
   Recuerdo en sus años dorados, y hasta transcurrir muchos, que, en agencias de viajes y negocios dedicados a excursiones, que pocas referencias, pese a su cercanía, se encontraban de Ronda.
   La oferta, ahora, y desde hace tiempo, abundantísima, hasta permitir explotar el turista o aficionado, muchas de las numerosas posibilidades con que cuenta nuestra tierra, para un buen catador. Hasta las inmobiliarias, y esta de MaxiRed, se dice uno de los líderes mundiales del sector, dedica en una lujosa revista de ciento y pico de páginas, su número de invierno, un extenso reportaje que copa la mitad del ejemplar, en inglés y español, a  Ronda. Aunque el texto dice algunos disparates, las fotos son magníficas y la calidad del conjunto impecable.
   Para los coleccionistas e interesados de cosas sobre nuestra ciudad, en algún que otro expositor a las puertas de negocios de esta actividad, en Ricardo Soriano, la calle principal, sobre todo, queda al alcance de cualquiera ya que es gratis. Tras hojearla, lamenté no haber cogido algún que otro ejemplar, para los amigos que gustan de estas cosas, como el que escribe; en este caso, sobre todo por las fotos.

miércoles, 26 de enero de 2011

AVENTURAS DE HOY

   Resabios de otros tiempos, cuando Ronda y su contorno era un lugar ignorado, todavía hoy, para ciertas cosas tenemos que desplazarnos fuera. No es que, como antaño, un análisis  diferente o una radiografía menos rutinaria nos obligue a ir a lugares más provistos; pero algo de ese secular abandono todavía nos impregna.
   Una resonancia, de las llamadas abierta, por ejemplo, de las que combaten la claustrofobia que puede atenezar al paciente, no existe en Ronda; sí, en Marbella, cómo no. Como hace años que prescindimos del coche, si no se quiere hacer noche en nuestra marítima población vecina, un viaje en autobús, ahora que se han suprimido los que hacían el trayecto en horas más razonables, supone una aventura que, en cierta manera, enlaza con las que gustaban a los viajeros románticos en otras épocas.
   Así, no lo es menos el madrugón, si es que se quiere llegar a buena hora a nuestra estación de autobuses, ya que el autobús sale a las seis y media de la mañana. Como es pleno invierno, la más severa oscuridad es la constante compañera del vehículo y pasajeros, media docena en realidad (un estudiante despechugado, un obrero de risueño ánimo pese a la hora, un matrimonio de visita médica, además del nuestro, con idéntica intención y el habitual extranjero al que el madrugón no ha quitado las ganas de preguntar).
   Durante todo el trayecto, pese a ser terreno conocido, se deja uno las pestañas para averiguar por dónde llegamos, sin conseguirlo. Las tres centenares de curvas, sin verlas, son menos revoltosas y nada inquietantes los precipicios, que, por una vez, no meten el miedo en el cuerpo. Es un alivio, al fin, tras hora y pico de viaje en la más densa tiniebla, recuperar parte de la visión y divisar el pespunteo de las primeras luces de San Pedro. Tanto, como despedir de momento a una carretera tan tenebrosa; aunque, eso de tenebrosas es un epíteto que habría que adjudicar a todas las carreteras que parten y llegan a Ronda, porque también en este sentido el abandono secular nos sigue rondando.

lunes, 24 de enero de 2011

UN RESPLANDOR DE BLANCURA

   El tiempo sigue mostrándonos que es Enero, que es invierno y que atravesamos lo más crudo de la estación. Las nubes le han comido su asiento a las cumbres cercanas y de éstas ha desaparecido ese azul tan suyo, para cubrirse, y no desentonar, de un tono plomizo, gris, que es el que como pesada vestidura exterior sacude hoy a los cielos.
   En la naturaleza, incluso en la más desnuda y desolada, pocas veces falta algo, un trozo de gleba, un ave errante, una brizna de hierba, una luz inesperada, un árbol, que no transmita un rayo de esperanza, para un cambio en su seno.
   En nuestra ciudad, cuando las cuchilladas del frío, el embate del altanero levante o la furia de los descarados aguaceros nos fustigan y calan más, son los almendros los heraldos de esa mudanza que se espera; que no es que sea inmediata, pero que a golpes de gozosa, tímida, nimia blancura, proclaman la llegada, no tan lejana, de otro estado, de la primavera.
   Los almendros, como los olivos, son árboles familiares en las pródigas tierras andaluzas; pero en pocos lugares surgen tan metidos en el corazón del urbanismo como en Ronda; como lo está el mismo Tajo, que es el que marca la notable diferencia con otros sitios.
   Sin embargo, aun en dominios de nuestro celebrado abismo, son los almendros de los que más se aproximan a besar el suelo de las calles, que hollamos a todas horas. Y por ese piélago de hondones, desniveles y arteras cuestas que se prolongan hasta El Campillo, los almendros, al igual que otros años, impertérritos, madurando y soportando en su difícil equilibrio la furia actual de los cielos, como un pequeño e infatigable ejército de níveas corazas, suben unas veces y se deslizan otras, llenando de vida, de albo gozo, el alma de nuestro diminuto y cada día menos cuidado reino.
   Esta vez, un friso de nieve, en hermanamiento jubiloso, le ha seguido el juego desde las laderas de las montañas más cercanas.

domingo, 23 de enero de 2011

Calle de la Bola, calle de artistas, calle de desheredados.

   Pocos lugares dan una cuenta tan precisa del diario latir del corazón de la Ronda comercial y turística como el de nuestra calle la Bola. Nadie como ella expresa en esos aspectos, el devenir de la jornada que se avecina, porque por el número de las personas que la recorren en las horas iniciales del día, no es difícil adivinar la situación y afluencias de visitantes a otras partes de nuestro urbanismo monumental y el cariz de las ventas en los comercios y restaurantes. Si la calle la Bola está llena, Ronda rebosará también de foráneos y aborígenes, que parecen contagiado por la llegada de forasteros. En caso contrario, unos se resignarán a tener un mal día y, puede, otros, a sumergirse con fruición en pasados años cuando nuestra ciudad era un predio lleno de silencio y tranquilidad y las calles aún pertenecían a los naturales.
   Hay no obstante lo dicho, contados visitantes de clara fisonomía extranjera que han contribuido a que en determinados días de los más crudos del invierno o más insoportable del estío, la Bola no esté sola en su soledad de calle mayor abandonada. Son los artistas callejeros. Los más fieles,  mendicantes,  pediguëños,  a través, al menos, de la expresión de  un arte, el de la música o el del dibujo, que una vez llenó sus días de juventud de ilusiones. Ronda se ha convertido para ellos en su ciudad de adopción. Y así lo es, desde hace unos años, para ese rumano,  cetrino como un gitano e infatigable como una hormiga, que sacude una y otra vez, haciéndola reptar como una serpiente, a su acordeón, al que saca agradable sones, que quieren ser alegres, pero que,  en la soledad y vacío de la calle, suenan tristes y nostálgicos. Nostalgia de una país perdido y desesperanza de otro al que llega, para seguir con su música, y sus sones, siendo nadie.
   Más lástima produce ese magro, largirucho inglés, instalado desde hace mucho en plena senectud, que se agarra a su arte dudoso de diestro dibujante, para mostrar un manoseado retrato, lleno como él de manchas y arrugas, de un modelo ignorado. Se sienta a ratos, aprovechando el apoyo de un escalón, y muestra su trozito de arte, al que nadie muestra interés, si acaso el de unas monedas, que no otra cosa pretende, que recibe con un apagado gracías, y un amago de sonrisa.
   Esta mañana, uno de esos días, sin viandantes, desolados, de los que simplemente piden sin ofrecer nada, me sorprendió un mendigo de los muchos que va dejando la crisis, que mostraba su justificación  escrita para la dádiva con esta frase: "Una limosna para continuar mi camino" ¿Cuál será su camino? me pregunté. ¿El de recorrer pueblos y calles, pidiendo y pidiendo? ¿El de llegar a alguna parte con la esperanza de prosperar? ¿El de buscar a un familiar que le de cobijo? ¿o el de caminar y caminar, eternamente, como único fin, sin otra meta?

viernes, 21 de enero de 2011

Un Rondeño que no para de volar, aunque no en nuestras tierras.



   Andar para el hombre primitivo fue una necesidad a su alcance; volar, un sueño que se preveía irrealizable, utópico; un dilema, pese a todo, que no dejó en ningún momento de intrigarle y de atormentarle. ¿Si las aves, tan cercanas, tan de su entorno, volaban, por qué no él? Una fascinante e interminable aventura la del hombre, después, buscando hermanarse en el espacio con los pájaros, por encumbrarse a las alturas, transformándose en una metáfora que podía ser la de su propio espíritu, elevándose.
   Si nos olvidamos de su explicación científica, el hecho de encontrarnos en un avión, a miles de kilómetros de nuestra casa, en nada de tiempo, suspendidos en el aire, todavía no deja de sorprendernos. Mucho más, el laborioso pero esperanzador camino que llevó el hombre hasta allí.
   Un orgullo, desde luego, para Ronda, que en ese subyugante brinco de tierra firme al espacio etéreo, para mantenerse, fuera uno de sus hijos, Abbás Ibn Firnás. el precedente más antiguo, allá por el siglo IX,  sentando las bases, aunque vacilantes, de los vuelos de la humanidad, al fín alígera.
   Aunque su prueba más definitiva, más multitudinaria la llevaría a cabo desde una de las alturas de Córdoba, la Arruzafa, no nos cabe duda que, paradójicamente, las honduras del Tajo, a lo largo y ancho de su extensión, y niveles, le brindaron infinitas posibilidades para sus caidas, hasta cerciorarse que volar podría a corto plazo dejar de ser un sueño.
   Un moumento a su persona y a sus intentos de elevarse, se levantaba (y aún espero que lo haga) en el aeropuerto de Bagdad. Antonio Acedo del Olmo, un enfatigable investigador de su obra y de sus logros, que fueron numerosos y distintos, y miembro destacado de la Asociación astronómica que lleva su nombre y el de la Serranía,(todo se concentra en el cielo), me manda estas Navidades una felicitaciòn con la imagen alada de Firnás, suspendido atractivamente de lo más alto de un lujoso centro comercial de Dubai, llevando, como bien dice él, "el nombre de Ronda" a aquellas ardorosas tierras. Córdoba acaba de inaugurar, hace contados días, un soberbio puente, en forma de alas, sobre el Guadalquivir, en su recuerdo y la de su hazaña.
   ¿En Ronda? Mal rayo nos parta, ni una mala representación. Aquí somos de otra pasta, más folclóricos...

jueves, 20 de enero de 2011

Ciudad de Rumores

   La nuestra es una ciudad de rumores, y no me refiero a los que genera nuestro abismal Tajo, que son variados y de otro caracter, sino a los que abundamente circulan de boca en boca, de calle en calle, de conocido en conocido. No creo que sean exclusivos de Ronda porque formen parte de nuestra idiosincracia;más bien por ser ciudad pequeña, con límites apropiados para que esta circulación oral de que hablamos la recorra de cabo a rabo, y aun vuelva a su fuente original aumentada y reforzada. Seguramente, este sector de la población que le da cabida, se encuentre a sus anchas propalando acontecimientos y sucesos, que a veces mueren tras un tiempo de febril actividad, confirmando su caracter de infundio.
   Sin embargo, cuando el rumor lo recoge la prensa, la nacional, menos sujeta que la local a las presiones de los que mandan y manejan el área, aquél no sólo recibe el sello de autenticidad moral, de ser algo màs que el innoble juego de un creador de patrañas, pero tambièn su instantánea ascensiòn al grado de noticia, con un alcance antes impensable.
   En este paisaje de prensas y rumores que quieren ser algo más, explotó ante nuestros ojos el artículo de Rafael Porras, un domingo del pasado noviembre, en una de las secciones regionales de El Mundo. En resumen, se venía a asegurar que cierto ayuntamiento de la provincia malacitana, al igual que ocurrió con el de Marbella, bebía con fruición en las aguas cenagosas de la corrupción más honda: cohecho (soborno), prevaricación (injusticias manifiestas), tráfico de influencias, y todo eso. En ningún párrafo se daba el nombre del municipio; pero era vox populi por denuncias de sus habitantes, que se refería a Ronda. Toda la trama, según el columnista, estaba a punto de salir a la luz.
   Al día de hoy, nada sabemos, aunque me gustaría añadir en nombre propio, que si hay algo de certeza en ello, todos nos alegraríamos de que sobre el culpable, o culpables, cayera con su mayor fuerza la justicia. Como en otros casos,no habría palabras para calificar la villanía de quienes, principalmente, se apropian por medios ilícitos de un dinero que pertenece al pueblo, cuando parte de éste se muere hoy de hambre o pasa graves dificultades, y cuando las retribuciones que reciben los usurpadores por su trabajo oficial dictan mucho de ser pequeñas.

miércoles, 19 de enero de 2011

Mi calle

   Parodiando la conocida letrilla, diría que "mi calle ya no es mi calle, sino una calle cualquiera camino de cualquier parte". Una pena que las cosas que nos rodean, destinadas a sernos agradable la vida, empeoren y no mejoren. Aquí llegó mi familia cuando no se le podía dar nombre de calle al lugar, ya que fue la primer vivienda, la nuestra, que se asentó. Era un lugar con la belleza de lo salvaje, de lo natural, lleno de rocas, muchas dejando ver restos de fosiles inscrustados en su superficie, y un nombre que proclamaba bien a las claras su estado de siempre "Espinillos"; también era un puerto,por lo encumbrado, con el corazón de Ronda a sus pies, y no por el recuerdo de cuando las aguas del mar se enseñoreaban de nuestro planeta.
   Fue después, a la par que me hacía mayor, un disfrute verla crecer, con la llegada de nuevos vecinos. Tardó algún tiempo en que dos hileras de casitas enfrentadas proclamaran el nacimiento defintivo de una nueva calle, aunque algo màs su trazado y su incorporación oficial al urbanismo.
   La construcción de nuevas viviendas, a la espalda por donde se abría paso la ciudad en busca de nuevos asentamientos, llenaba el patio de mi casa, en ocasiones, del zumbido de los barrenos y de piedras que lanzaban al aire estos.
   Hubo unos años en que era una delicia vivir aquí, sin ruidos, sin coches, con árboles que sí, que levantaban las incipientes aceras, pero que daban sombra y cobijo a los pájaros y a sus cantos y una sensación de estar en el campo y en Ronda a la vez.
   Ahora no sólo la piqueta voraz ha derribado varios chalets para edificar pisos, feos siempre, sobre todo si rompen con la armonía de lo que existía, sino que la calle se ve atenazada por un abandono creciente: hay más postes de la luz,abandonados, tan horribles, que farolas; éstas encienden cuando quieren o le mandan; la calzada agrietada; para encontrar un paso de peatones que te permita cruzar, porque no paran de pasar coches, hay que desplazarse al último extremo de la calle, donde existe uno; las aceras cada una de su padre y de su madre; de un árbol cortado ha quedado un énorme tocón; una papelera que hace unos meses destrozó un vándalo, no ha vuelto a colocarse, en fin... Un consuelo que, todavía, desde mi balcón se puedan contemplar las montañas y por la tarde las puestas de sol, transformando y arreglando estas por un momento lo que los hombres han dañado; pero son sólos unos instantes, por desgracia.

martes, 18 de enero de 2011

MARCOS

   Marcos es nuestro otro nieto, no mayor de año y medio, y a su edad un verdadero ciclón que parece concentrar en su diminuta anatomía toda la energía del universo. Algo tan simple con otros críos, como es sacarle una foto, adquiere si de él se trata caracteres de odisea. Andar ya es algo olvidado en su programa de actividades. Lo que para él cuenta es correr, pero no de forma calmada, dentro de lo que aquélla tiene de agitación y de movimiento apresurado, sino avasalladora, desenfrenadamente; sin dejar al mismo tiempo de visualaizar y tocar todo cuanto va surgiendo a su paso. Un torbellino, una exhalación vista y no vista. Con una destreza que para sus pocos meses deja boquiabierto. Deshace complicados paquetes de su envoltorio, desprende de los plásticos a pajas que después, sin aparente esfuerzo, coloca en su boquete hasta introducirlas en el contenedor del zumo.
   Ante el bombardeo de palabras inglesas de su padre, irlandés,y españolas, de su madre, se ha inventado un idioma propio, en el que se encuentra tan a gusto, que sin importarle un ardite lo que le dicen sus progenitores,charla y parlamenta sin parar, sin que nadie acierte a descifrar ni una palabra de lo que cuenta, que debe ser algo importante, puede que hasta trascendente.
Este rubio pequeñín, de ojos verdes y sonrisa picaresca, tras su marcha a las brumas e hielos londinenses, (¡quién los pillara!),  nos ha dejado roto, encogido, hecho un asco, el corazón: el de su abuela y el mío.

lunes, 17 de enero de 2011

GUILLERMO

   La vida va y viene, nos trae y nos lleva, nos da y nos quita, cuan do quiere y como quiere, a puro capricho, con golpes dictatoriales, sin contar con nosotros. A veces hay una suerte de compensación para algunas de nuestras desgracias, si es que se le puede llamar así. Unas días antes de la muerte de mi hermano, vino a este mundo Guillermo. Es, pues, el más pequeño y vulnerable de la familia; como todo recien llegado a esta tierra que nos cobija y a veces nos hiere. También, desde luego, el más tierno y delicado, todo indefensión, suavidad y blancura. Es nuestro nieto. Que tenga algo de nuestra sangre, y puede que de nuestras virtudes y defectos, no explica, a primera vista, esa ingente devoción que los abuelos tenemos por los hijos de nuestros hijos; sí, si se piensa que son dos veces hijos, doblemente hijos nuestros, y por ello, posiblemente volcamos todo el cariño que nos queda, que a esta edad es mucho. Una bendición, en cualquier caso, porque muchas de nuestras preocupaciones vienen a fenecer al pensar en ellos, donde también desembocan nuestras ilusiones. ¡Bienvenido Guillermo, que podamos verte crecer al menos algunos años!

domingo, 16 de enero de 2011

UN DIA CUALQUIERA DE ENERO DE ESTE 2011. MI HERMANO EN EL RECUERDO

   Muchas vueltas le he dado a esto de sujetarme a un blog por un período más o menos largo, con ánimo en fin de continuidad. Anda uno tan atado a otras obligaciones del espíritu, que no sé si encontraré un hueco para una nueva actividad que requiera una cierta voluntad, ya que soy partidario de que cuando se empiezan las cosas no dejarlas, salvo que algo de caracter imprevisto te haga desistir. Un diario no sería mala idea, aunque sin la necesidad, pienso, de dejar día a día lo que estos nos ofrezca de interés, pero sí con cierta frecuencia;  algo que siempre ha deseado uno redactar, y que por unas cosas y otras nunca que recuerde llevé a efecto.
   Como el año está en sus primeros balbuceos, bueno sería recordar qué es lo que nos dejó una huella que durante mucho tiempo estará ahí, a flor de piel. No hay duda en mi caso. Ese arañazo en el alma lo constituyó la muerte de mi hermano. Cuando tantos años se han pasado a su vera, teniéndolo tan cerca, será muy difícil desprenderse de todo lo que me dejó; y me expreso mal, porque precisamente es todo lo contrario lo que pretendo: que esa huella, por muy dolorosa que sea, permanezca ahí. Fue una persona que siempre anduvo tres cuartas, en inteligencia e ingenio, por encima de gran parte de los de su generación. Fue un pilar cultural, cuando poco de esto había en nuestra ciudad. Laboralmente, no le fue bien ni con unos ni con otros; ni con los reconocidos como presuntos benefactores de nuestra ciudad,(Monte de Piedad de  Ronda, un mundo de intrigas y una doble moral) ni con los llamados progesistas (Unicaja, sujeta a colocar a sus compromisos políticos); mereció mucho más de lo que se le dio, teniendo en cuenta que puso su salud en lo que hacía. No estoy muy convencido, pero siempre nos queda el deseo de que esa incertidumbre del más allá, sea algo más que un pozo de dudas, y de que por sus difusos horizontes encontremos otro tipo de justicia, de moral, de reconocimiento.